Dicen que a lo largo de tu vida la muerte llega a venir a verte en muchas ocasiones, pero en mi caso parece que le gusto de alguna forma casi obsesiva.

Es de por sí ya confirmado que me he re infectado, quizá mi sistema inmune está muy débil, quizá al bicho le gusta saber que me atormenta, no lo sé.
“Oigo tu voz, que me llama. Acércate, la noche es para ti. La sangre al fin, se vuelve eterna... Toma mi mano y bébela. Morirás, tu morirás hundido en el olvido. Arderás, tu arderás en llamas de mis ojos. Tus cenizas, me ahuyentarán”
A lo largo de mi vida he sido visitada de forma constante por la fatalidad, por la muerte. Verla tan cercana muchas veces hacía que algo en mi se rebelara, que dijera "Carajo, porqué yo?".
El comienzo
Primero fue a la edad de 11 años, cuando mamá se olvidó de recogerme en el colegio en pleno caos del centro de Lima, el cual por cierto no conocía, me cansé de esperarla y decidí emprender yo misma mi regreso, preguntando y observando que buses iban para mi casa. Puedo decir que lo logré, llegué a mi distrito, lo que no logré fue completar el viaje, el bus chocó en carrera con otro y la luna se partió cayéndome la mitad de lado en plena pierna, cortándomela. Ni siquiera lo sentí, pero tenía un tajo enorme en el muslo, de hecho ni tan siquiera me dolía. Cuando comenzó a brotar a borbotones la sangre, la gente se alteró, el chofer y el cobrador, junto con otros me llevaron a un hospital y uno fue a mi casa a buscar a mi mamá. En ese tiempo no habían teléfonos en casa.
Tuve perforada la arteria femoral, pero cómo es que no morí rápidamente? ni yo misma lo sé.
Cuando fui más joven, no era de extrañar que me sucedieran cosas como ser atropellada por un auto, por una bicicleta, caerme de un bus en movimiento. Y en todas sobreviví.
¿Cómo? ni yo misma lo sé.
Ya siendo poco más adulta inició algo que cambiaría quizá mi visión de vida. Tuve un tumor en el conducto tirogloso, el cual derivó en cáncer, linfoma no hodgkin. Me operaron, recibí terapia y fui quizá el paciente más odioso y quizá el menos querido en todo el pabellón.
Frases de autoayuda solo servían para amargarme más, frases religiosas solo servían para despertar mi ira, me sentía abandonada por la vida, por la gente, por el mundo.
Renegaba a cada instante de todo y de todos, era una AMARGADA.
Este cerebro para lo único que era bueno en ese entonces, era para soltar cada frase impertinente, cada sarcasmo con amargura sobre la situación de muchos o pocos que sobrevivíamos ahí.
No había nadie que quisiera hablar conmigo porque de lo único que hablaba era de cuan mierdosa era la vida, cuán cagados estábamos y cuan injusto era todo.
En mi no había esperanza.
Incluso después de remitir, encontraron unos bultos en mi estomago que quizá era compatible con los linfomas y me los extirparon, renegué de nuevo.
Y pensaba de forma constante que sí el dolor no me servía, el odio me serviría para salir adelante. Por mucho tiempo fue el odio, la rabía, el rencor, lo que movió los hilos para salir del atolladero dónde estaba metida.
Hasta que comprendí que si estaba ahí era por algo, que de nada servía amargarse, que la vida se iría en cualquier momento y que lo importante era vivirlo.
Eso me llevó a vivir mi vida de forma muy muy PERO MUY alocada.
No me arrepiento, viví bien, viví feliz, fui feliz. Podría decirse que me fui de extremo a extremo, hasta que simplemente un día, desperté sintiéndome distinta, desperté sintiéndome en PAZ.
No sabría explicar cómo fue, simplemente así fue. Deseaba una vida más simple, más tranquila, menos bulliciosa, menos dramática, menos frívola.
Hasta el año pasado, en que de nuevo la muerte rondó peligrosamente, no solo a mi, sino a mis seres queridos. Recordarlo para mi es una pesadilla que no reviviré ni en mi mente.
Así que acá vamos, nuevamente al pie del cañón, con idas y venidas, pero quizá con una mejor actitud... Sí, la actitud de "Ya que chucha...!".